Erase
una vez dos reyes que se querían mucho. Más que la trucha al trucho. Ambos eran
jóvenes, de la reina se decía ser la más hermosa del reino. Un día la reina
tuvo una hija, la princesa. Pero una noche la reina se marchó, pues en realidad
era una meiga buena del norte del reino y no podía quedarse con su amado rey y
su querida hija la princesa. El rey, triste, tuvo que cuidarla hasta que esta
fuera mayor.
El resto de reinos al saber que
el rey estaba sin reina exigieron que el rey renunciara al trono, de esta
manera comenzó una larga guerra. Años después la princesa adquirió la belleza de su
madre. Era joven, de piel fina como la porcelana, ojos azules como lagos
cristalinos y una larga melena dorada como el amanecer. Cuando la princesa se
hizo más mayor el rey decidió casarla con un príncipe. Para que le ayudara a
ganar la guerra. Pero la princesa no quería, ella quería casarse por amor y con
el hombre que ella quisiera.
Y así el rey trajo uno y
otro príncipe para casarle con su hija. Esta se negaba, y astuta le dijo que se casaría, pero con unas condiciones. De esta manera exigió lo
imposible; un vestido tan dorado como el Sol, un vestido tan plateado como la
luna y un vestido tan brillante como las estrellas.
Después de un año en primavera
el rey consiguió los tres preciosos vestidos, cada cual más perfecto. La
princesa no esperaba que los consiguiera tan rápido, y una vez más le pidió un
abrigo hecho de todas las pieles de los animales del planeta.
Al llegar otra vez la primavera
el rey le presentó el abrigo y le dijo;
-Dentro de seis días te tendrás que
casar con el rey del este.-
Un hombre más mayor incluso que su padre. De baja
estatura, ojos marrones y con un estómago tan ancho como su ejército.
Sin saber que hacer la princesa
corrió hacia el bosque, tomando tan solo los tres vestidos, el abrigo de pieles
y varias joyas de su madre, (un collar de plata, un medallón de bronce con
runas gravadas y el anillo de boda con el que se casó). Allí pasó los días y
los meses, cuando...
Un día en el bosque empezó a
oír ruidos de perros y caballos. Comenzó a escuchar voces y se escondió, quedándose quieta como una roca. Un joven la encontró y la mandó a un castillo donde decía
haber un príncipe.
Aterrada llegó a una tierra
totalmente desconocida para ella. Tras medio día de marcha con todos los
cazadores, carros y perros llegaron a un castillo. Un precioso castillo en lo
alto de una meseta, rodeado de una leve llanura y campo después. Una extensa
ladera llena de árboles rodeaba al castillo.
Al llegar a palacio le llevaron
a la cocina, pero decidieron limpiarla, la suciedad que tenía por todas partes no era digno ni de un trabajador de palacio. Estaba totalmente sucia, con su pelo
dorado lleno de barro y manchado de polvo, su fina piel ennegrecida y su
vestido de toda clase de pieles totalmente mojado y negro.
Con temor a que le reconocieran
ocultaba su pelo dorado en el vestido de toda clase de pieles, su piel volvía a
manchar nada mas lavarse. De esta manera consiguió pasar inadvertida en el
castillo. Trabajaba en la cocina preparando las comidas del príncipe.
Al llevar siempre el abrigo de
pieles, estar siempre sucia y no querer dar nunca su nombre por temor a que le
descubrieran todos los trabajadores del reino decidieron llamarle TODA CLASE DE
PIELES.
Un día paseando por palacio
consiguió verle. Era joven, alto y de pelo castaño y sedoso. Un verdadero y
apuesto príncipe, del cual quedó enamorada nada más oírle hablar, que mantenía
una conversación con varios nobles sobre reyes y castillos.
Cocinando como de costumbre oyó
hablar sobre que el príncipe organizaba un torneo en honor a su boda. Así como
que organizaría una fiesta de tres días en el que decidiría cual iba a nombrar
su reina.
Decidida, el día de la fiesta se
puso su vestido dorado como el Sol y peinose el pelo. Radiante entró en la
sala principal del castillo donde bailaban todos los nobles del reino. Al
entrar el príncipe no pudo evitar fijarse en ella, bailaron y hablaron toda la
noche. Pero de pronto pensó que debía hacerle la cena y corrió a la cocina
dejando al príncipe sin palabras y sin saber qué hacer.
Esa misma noche hizo la sopa con
todo su cariño y amor, pero esa noche depositó en la sopa el colgante de plata.
Cuando se la sirvió al príncipe se marchó. Este no le reconoció pues se había
vuelto a vestir con el abrigo de pieles y se había ensuciado otra vez la cara y
las manos. El príncipe sorprendido al encontrar el collar bajó a la cocina,
pero no encontró a nadie.
El segundo día de la fiesta, la
princesa apareció con su vestido plateado como la luna. El príncipe,
esperándola expectante fue y habló con ella.
-¿Quién eres?-, le preguntaba.
Pero ella nunca respondía. Al llegar la noche, volvió a salir corriendo hacia cocina. Y esta vez depositó en el caldo el medallón de bronce. Esta vez cuando se lo entregó al príncipe este le dijo.
–Disculpa, sabes quién ha puesto este precioso
collar y este místico medallón en mi cena.-
A lo que la princesa respondió; -No señor, yo
no sé nada.-
Y se marchó muerta de la vergüenza y dejando
al príncipe confundido y pensativo.
El tercer día de la fiesta decidió
ponerse su tercer vestido, tan brillante como las estrellas, entró en la sala
principal por tercera vez. Pero esta consiguió deslumbrar a todos, nobles,
trabajadores y a cualquier ser vivo del lugar. Estaba radiante, con su dorado
pelo que le llegaba por la cintura haciendo forma de V y con ligeros
tirabuzones a los lados. El príncipe tardó un tiempo en poder ser capaz de
hablar con ella. Pero consiguió reunir valor y pasaron la noche más feliz de
sus vidas. La princesa ni se enteró de qué hora era cuando pensó en que debía
hacerle la cena otra vez al príncipe. De un salto se alejó del príncipe y
comenzó a correr hacia las cocinas.
Pero era demasiado tarde para
ensuciarse y quitarse el vestido. De esta manera se echó el abrigo de toda
clase de pieles por encima y comenzó a prepararle una sopa de carne, en la que
depositó el anillo de pedida que tenía de su madre. Al subir a servirle la cena
al príncipe este le pidió que se quedara y le diera conversación mientras se
tomaba la cena.
Cuando
se encontró el anillo le dijo a la princesa:
-¿Sabes lo que es esto?-, y ella
respondió;
-No señor, no sé lo que e….-
Antes de dejarle acabar la frase
a la princesa, que estaba sentada en un asiento de la habitación del príncipe,
este se postró a sus pies y le dijo mientras colocaba el anillo en su dedo…
-Muchacha, conviértete en mi
reina y te prometo hacerte la mujer más feliz de este reino.-
La princesa emocionada le contó
toda su historia al príncipe. Este se casó con la princesa y fue a hablar con
el padre de ella. La guerra terminó y ambos reinos se juntaron, comiendo
perdices y siendo felices.
FIN
Cuento adaptado a Primaria del original ''Todo tipo de Pieles''.
Muchas gracias a mi compañera Cristina, a ella le dedico los dibujos por ayudarme en esta actividad.
Eduardo Escribano
¡Me encantan los dibujos y la adaptación Edu! Según iba leyéndolo ya quería ponerte este comentario .. pero al leer la dedicatoria con más motivo aún. ¡Eres un crack! Gracias.
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